Días atrás la Argentina se vio inmersa en un escenario altamente violento, que comenzó con reclamos salariales por parte de la policía de la provincia de Córdoba, que luego se extenderían a todo el país.
Los acuartelamientos, por parte de quienes deben garantizar la seguridad de la sociedad, produjeron la sumatoria de problemáticas que azotaban al los diferentes lugareños a través de robos y saqueos, hasta tener que lamentar víctimas fatales.
Entre llantos, disparos, pánico y corridas, el panorama era muy desalentador para todos.
Con el correr de los días, los reclamos fueron diluyéndose tras los acuerdos que los gobernadores alcanzaban en cada provincia.
Los hechos ocurridos durante esas jornadas no sólo fueron reclamos policiales sino que también se produjeron manifestaciones por parte de la sociedad en reclamo por mayor seguridad, igualdad social, repudio a los saqueadores, la delincuencia y la corrupción de los que gobiernan. Un pueblo que exigía un cambio profundo, después de una reciente elección legislativa.
Se observó, incluso, el oportunismo de grupos de personas que salieron a delinquir aprovechando la desprotección que se vivía.
La famosa frase “Todos contra todos”, planteada por el filósofo inglés, Thomas Hobbes, en su libro Leviatán, pareciera recobrar vida aún habiendo conformado una sociedad civil y lejos de ese “Estado de Naturaleza”.
La violencia jamás conducirá al progresismo de un país, un país donde se mezclan los intereses personales pero donde también es cada vez más necesario replantearse sobre qué Argentina queremos para todos.
Como bien decía Mahatma Gandhi: “No hay camino para la paz, la paz es el camino”.
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